Madre mía, dos días ya durmiendo poquísimo, despertándome a las 6 de la mañana y con el mismo pensamiento.
Un pensamiento que parece una pesadilla, una tortura.
Creo que en algún momento lo he comentado, (a mi círculo más cercano, sí), y es que desde que me fui un mes a vivir a Honduras, la Carmen Gloria que regreso a España ya no era la misma persona.
Tan diferente soy que no sé si me traje de regalo algo en mi interior, me hicieron brujería, o yo qué sé… el caso es, ¡me da vergüenza decírtelo!, Aunque…
… Tu libertad empieza donde acaba la mía, fin.
¿Pero qué sucede? Qué hay gente que “no lo entiende” y se siente con el derecho de decirte lo que quiera, como quiera. De darte clases de química tomando un café e insinuar que eres tonta porque eso es algo que debes de saber, _culturilla general lo llama ella_. O porque a ti no te guste el arroz, no puedan ir contigo a comer a ningún lado porque eres muy especialita… Podría seguir, sí, pero vamos a dejarlo en estas pequeñas grandes anécdotas que ya he solucionado con ella, ¡y de qué manera!
Yo reconozco que soy muy bestia y cuando ya llevo mucho tiempo callando algo, cuando exploto, pues claro, imagínate… _Hazme ciento y fáltame en una, y ya no me has hecho ninguna_. ¿Pero sabes qué? Hay otro dicho: más vale una vez colorada, que no ciento descolorida.
El miércoles la recojo, la llevo a hacer unos recados, regreso a casa, me avisa al rato que ya ha terminado, la recojo de nuevo y ya: “Carmen no pasa nada porque también aprendas de estas cosas, venga”.
A Carmen Gloria se le salió el regalo de Honduras que trajo en el cuerpo, o la brujería hizo su efecto, y solo le dije esta frase: «*o*r**, me agobias y estresas muchísimo. Tu comportamiento hacia mí, solo hacia mí, me hace sentir vergüenza y noto que tus comentarios, lejos de enseñarme, quieren bloquearme y hacerme sentir pequeña, inútil e inculta. Si tanto dices que me quieres, aunque no entiendas lo que te estoy diciendo, piénsalo y después me dices algo. Pero te adelanto, si nuestra amistad se va a basar en que tú me ataques, (porque eso es lo que percibo), y yo me calle, olvídate. Tu libertad empieza donde acaba la mía y en ningún momento te he dado vía libre para que te pasees por ella como quieras».
¿Sabes qué? Que no lo entiende, pero lo respeta y no va a volver a hacerme sentir mal. Ella tampoco veía que a mí me hacía sufrir. Alucinaba y abría los ojos asombradísima escuchando mis palabras, pero lo dicho, si yo a ella, o a quien sea, no le digo que algo me sienta mal, que no me gusta que me hablen así, cualquier persona va a seguir haciéndolo.
Me arrepiento tanto de no haberlo hablado antes con ella, pero bueno, la experiencia me ha dejado un aprendizaje de vida brutal…
L Í M I T E S.
- Límites con los que queremos y nos quieren.
- Límites en el trabajo.
- Límites con el jefe.
- Límites con los clientes.
- Límites con tu madre, padre, hermanos…
¿Y sabes cómo se consigue poner limites?
Desde el minuto uno que escuches algo que no te gusta, dilo. Primero estás tú y tus sentimientos.
Si alguna cosa no nos agrada, lo cambiamos. Si algo que nos dicen nos molesta, con educación y tacto, lo comentamos.
No va a suceder nada malo, todo lo contrario. Nos van a tomar mucho más en serio y van a ver que no somos un juguete manipulable sin sentimientos.
***
Espero que mi vivencia te ayude y te dé fuerzas como a mí. Me siento imparable y he vuelto a dormir mis horas. Solucionado el problema, el cerebro ya puede descansar.
De este naufragio no solo vas a salir vivo, sino también sabio y feliz. Y es que hay una parte en ti que tiene la respuesta y conoce las coordenadas que hay que introducir en tu GPS.
LA VIDA QUE QUIERO. Laura Ribas.
RECONOCIMIENTO. (Semana del 09-10-22).
Tú sabes todo lo que haces, las horas que le dedicas a eso que tanto amas, los dolores de cabeza y alguna cana más en tu bella caballera también lo sabe.
Reconoce tus logros, es momento de escribirte una carta dándote las gracias por todo lo que has logrado.
Cuando la acabes, léela y felicítate por todo lo conseguido.